No más solos en la cima

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No más solos en la cima


No más solos en la cima


Hay una imagen muy popular en el mundo del liderazgo: la cima. Ese lugar al que todos aspiran llegar. La punta de la montaña. El lugar donde se toman las decisiones, se sostiene la carga y desde donde, aparentemente, se ve todo con claridad. Y aunque esa imagen puede sonar inspiradora, la verdad es que muchos líderes, al llegar ahí, descubren una realidad diferente: la cima puede ser solitaria.

Puede parecer que todo va bien. Que todo está bajo control. Que liderar es simplemente tener una buena estrategia, una buena organización y suficiente carácter para aguantar. Pero la verdad es que nadie fue diseñado para sostenerlo todo solo. Nadie fue creado para caminar la visión sin compañía, sin descanso, sin una comunidad que lo rodee. Y si no tenemos cuidado, podemos caer en la trampa de pensar que “porque somos líderes, debemos poder con todo”.

Pero ese no es el diseño de Dios. Cuando miramos la Biblia, vemos una y otra vez que el liderazgo nunca fue un llamado a la soledad, sino a la dependencia de Dios y la colaboración con otros. Moisés necesitó a Aarón y a Hur para sostener sus brazos. David necesitó a sus valientes. Pablo necesitó a Timoteo, a Silas, a Priscila y a muchos más. Y Jesús, el Hijo de Dios, eligió caminar con doce. La cima nunca fue para uno solo.

Si hoy te sientes solo, cargado, agotado, te quiero decir algo simple pero poderoso: no tienes que quedarte solo en la cima. No tienes que sostenerlo todo. No tienes que hacerlo todo. No tienes que demostrarle a nadie que puedes. Lo que realmente demuestra liderazgo no es cuánto haces tú, sino cuánto inviertes en otros para caminar juntos.

A veces el cansancio no viene solo del trabajo… viene del aislamiento. No porque no haya gente a tu alrededor, sino porque no has dejado que otros entren a tu mundo interior, a tu carga, a tu corazón. Y eso, a la larga, desgasta más que cualquier reunión, agenda o evento.

¿Y si en lugar de escalar solos… construimos equipo? ¿Y si en lugar de proteger nuestra cima… abrimos espacio para que otros también se levanten? ¿Y si en lugar de aparentar fuerza… mostramos vulnerabilidad y pedimos ayuda?

El liderazgo no se mide por el lugar que ocupas, sino por los hombros que estás dispuesto a unir. No más solos en la cima. No más héroes individuales. No más líderes agotados.

Hagamos comunidad. Cuidemos nuestro corazón. Abramos conversación. Porque no se trata solo de llegar a la cima… se trata de llegar acompañado, sano y con propósito. Eso, al final, es el tipo de liderazgo que realmente vale la pena.